viernes, 24 de septiembre de 2010



JOSÉ M. HEREDIA, POETA DE LA NACIÓN EN VÍSPERAS

Por Miguel Iturria Savón
Publicado Hoy

Habana Vieja, La Habana, 23 de setiembre de 2010, (PD) José Maria Heredia (Santiago de Cuba, 31.12.1803-México, 7.5.1839) es el primer icono de la poesía cubana, pese a ser hijo de un funcionario colonial y residir la mayor parte de su corta vida fuera de la isla, centro de sus certezas, frustraciones y esperanzas. Su esmerada formación académica y su sensibilidad humana y política, determinaron su filiación romántica y sus anhelos libertarios, además de sumergirse en las contiendas cívicas de México, escenario de su largo destierro, donde ejerció como juez, fiscal, legislador, ministro y periodista; mientras pulía sus versos, editados en Nueva Cork en 1825 y en Toluca en 1832.

Desde México estuvo al tanto de los sucesos de Cuba, seguro de que “una vez despertada del letargo colonial, pesaría mucho mas en la balanza política…”, pues “la causa de la libertad de América estará comprometida, mientras Cuba no sea libre…” Tan apasionada percepción lo condujo a la exaltación de lo autóctono y a considerar a la isla como “equilibrio de América” y “elemento esencial en la armonía del mundo”, a la vez que cuestionaba las afirmaciones de quienes veían en la esclavitud un freno a la independencia.

Como periodista de El Iris, El Conservador y otras publicaciones periódicas de México, fustigó a los colonos norteamericanos que exigían la anexión de territorios a los Estados Unidos, calificándolos de “usurpadores insolentes” y “extranjeros vagabundos”. En su articulo “Rumores de invasión”, aparecido el 22 de abril de 1826, convocó a sus colegas a “trocar la pluma por la espada” ante el propósito Fernando VII de recuperar a México y otras naciones de América liberadas del colonialismo hispano.

Los biógrafos, críticos y apologistas de Heredia han analizado hasta la saciedad su contribución poética, las circunstancias epocales, las influencias de la familia y su participación en la conspiración separatista de 1822, causa del destierro. En el rescate del autor de A la estrella de Cuba, En el Teocalli de Cholula y la Oda al Niagara, incidió la valoración de José Marti, poeta y líder independentista, quien residió en México y rastreó las huellas de su antecesor. En una velada de homenaje realizada en 1889 en los Estados Unidos, Marti afirmó que Heredia “había tenido valor para todo menos para morir sin volver a su madre y a sus palmas…él, que para ser en todo símbolo de la patria, nos legó una carrera de la cuna al sepulcro, con los pueblos que la creación nos ha puesto de compañeros y hermanos”.

Aludía el apóstol a la polémica carta de Heredia de abril de 1836, solicitando permiso al Capitán General de la Isla para visitar a su madre en Matanzas. La entrevista que sostuvo con el déspota en noviembre de ese año antes de visitar a la familia desató las críticas de Domingo del Monte y otros detractores, que lo consideraron el “ángel caído”.

Ninguno de ellos, sin embargo, cantó a la independencia de Cuba, como lo hiciera Heredia en uno de esos versos que crece con el tiempo:

¡Cuba! Al fin te veras libre y pura Como el aire de luz que respiras Cual las hondas hirvientes que miras De tus playas la arena besar.

Ese “aire de luz” resplandece en varias composiciones suyas, casi siempre externas y enfocadas al drama insular, cuando la libertad solo era visionada por precursores como el y el Padre Varela.

La patria anhelada por José Maria Heredia en “La estrella de Cuba” ha llevado sus estrofas a los libros de historia y literatura, pero la libertad soñada aun es una pesadilla. Casi dos siglos después de su muerte, el cantor de la nación en vísperas, escéptico, eufórico y visionario, volvería a revelar “los horrores del mundo moral y las bellezas del físico mundo”, ante el destierro de nuevos patriotas y la complacencia de tantos intelectuales con el tirano insular. culturakiss@yahoo.es

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