¿Conocen las torturas inflingidas a familiares de reos en Cuba?
Miriam Leiva
28 de agosto de 2009
La Habana – http://www.payolibre.com/ – Una apacible señora de 71 años descendió en el Aeropuerto José Martí el 6 de agosto. En silla de ruedas por sus dificultades para andar se desplazó para realizar los trámites de rigor. Llegaba de Miami, pero procedía de Nueva York, donde reside hace decenios. La tortura psicológica se iniciaría pronto y se prolongaría hasta el día antes de su regreso. No basta la injusta cárcel a los prisioneros de conciencia en Cuba, sino que los familiares, niños y ancianos, sufren traumas imborrables para toda la vida o son llevados al borde de la muerte.
Su equipaje fue el único revisado, pieza por pieza hasta los pliegues del forro. Cuando se disponía a avanzar hacia la puerta de salida, un empleado de Aduana le pidió que lo acompañara porque querían hablar con ella. En un pequeño salón una mujer y un hombre, oficiales de la Seguridad del Estado, le pidieron se sentara para conversar. Como no salían del rodeo, Graciela les dijo: “Sí, soy la hermana de Ricardo González Alfonso. ¿Qué desean?
Pronto la conminaron a que convenciera a Ricardo para que usara el uniforme de preso común. Ella respondió que respetaba las decisiones de su hermano y que ella estaba de acuerdo con que no lo usara. En la atmósfera tensa, luego de alrededor de media hora, Graciela dijo que ya no tenía nada que hablar y se dirigió hacia la puerta. Trató de abrirla, pero estaba con llave, en ese momento se cayó al suelo. Al parecer el prolongado día de viaje y la tensión ocasionaron el fuerte vahído. Ella aceptó un vaso de agua y se marchó.
Al día siguiente viajó a las afueras de la capital, para en la prisión de máxima severidad, Combinado del Este, fijar la fecha de visitas a Ricardo, como había orientado un oficial de la policía política a Álida Viso, esposa de Ricardo cuando procuró información antes de la llegada de Graciela. Allí le comunicaron que podría verlo los días 12 y 18 de agosto. Pero el día 10 la llamaron por teléfono para comunicarle que la visita del 12 estaba suspendida porque tenía que hacer cuarentena por la Gripe A1H1; que podría verlo el 18 o después. Pretexto burdo, pues previamente se había comunicado que procedía de Estados Unidos. Ella viajaba de regreso el 20.
Esa noche se dirigió a la Sección 21, una dependencia de la Contrainteligencia que “atiende” a los prisioneros de conciencia y políticos. La atendieron en la acera y luego de los rituales rodeos, le dijeron que ella debía decir a Ricardo que se pusiera el uniforme.
A la mañana siguiente pidió ser recibida por algún funcionario del Departamento de Atención a la Población en el Consejo de Estado. Cuando explicó de qué se trataba, la mandaron para el Consejo de Ministros y allí para el Ministerio del Interior. Después de varias horas de espera, una oficial tomó nota, salió y regresó con la confirmación de que la visita no sería hasta el 18. Finalmente, pudo ver a su hermano aquel día.
Afortunadamente la entereza de carácter, la convicción de que la razón está de su parte frente a los desmanes cometidos contra los prisioneros de conciencia y políticos pacíficos cubanos y la sensible educación de Graciela González-Degard, le permitieron soportar el cruel ensañamiento de las autoridades de Cuba.
¿Saben las madres y familiares de los 5 prisioneros cubanos en Estados Unidos lo que hacen en Cuba a los familiares de los presos de conciencia cubanos? ¿Conocen las norteamericanas y los norteamericanos que abogan por la libertad de los 5, como tratan en Cuba a los cubanos?
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