viernes, 26 de junio de 2009

NUEVO ACCIóN
LA HABANA NO MERECE UNA LÁGRIMA
Por Esteban Casañas Lostal

De buena fe, una amiga trajo al Foro Naval Cubano “Faro de Recalada” el tema escrito por Yoani Sánchez, donde aparece un corto video filmado por ella sobre la calle San Lázaro. El título del tema en este foro es “Lloremos por La Habana”, debo confesar que no lloré cuando ví aquellas imágenes que no dejan de ser la repetición del estado en que se encuentran todas las calles de la capital cubana. Tenía razones para hacerlo, una parte de mi infancia transcurrió cruzándola para ir a jugar al parque Maceo. La caminé de punta a cabo, desde el Prado hasta las escalinatas de la Universidad millones de veces. Alguna novia, la visita al amigo que vivía en esa calle, la perga de cerveza en cualquier piloto para aliviar la sed, la vagancia o apatía por esperar la guagua. Siempre hubo una razón para andarla a pie, siempre existirá una diferente para el que ama y desea disfrutar un poco de su ciudad, el andar provocativo y sensual de sus mujeres o, ese refranero picaresco y popular de nuestra gente. ¿Una lágrima por verla destruida? ¡No, hombre! Ira, enojo, desprecio, amargura, encabronamiento, sufrimiento, martirio, tortura, rabia, cólera, todo menos una lágrima. Vergüenza pudiera sentir por encontrarme ante tamaña destrucción, pero no lloro, ni lloraré por ella, no me conmuevo, me resulta indiferente. ¿Una lágrima por ella?
¡Qué se vaya La Habana al carajo! He sentido deseos de gritar a toda voz cuando veo a los que viven en esas calles desfilando por la plaza. ¿Una lágrima por ella? Un frente frío, un ciclón, un huracán y hasta un disparo de nieve sacado de la canción de Silvio para que acaben de derrumbar sus paredes, pero una lágrima no arrancarán de mis ojos. ¡Basta ya de lloriqueos y lamentaciones! Apestan los pueblos que solo aspiran a la misericordia, lástima, penas, compasión, piedad de los demás, aburren los pueblos llorones que marchan como carneros, ¿una lágrima por ella?
Veo las imágenes del pueblo de Irán y siento vergüenza. Ví la de los estudiantes venezolanos y siento pena. Veo a otros pueblos que se alzan, poco importa la tendencia política de las que son manipulados, se alzan, gritan, protestan, reclaman, exigen, luchan y hasta mueren en el anonimato, esos pueblos no lloran ni esperan por la lástima de los demás, nos dan una lección que nunca acabamos de aprender, ¿una lágrima por ella? ¡Al carajo La Habana y todos sus llorones!
San Lázaro se derrumba, ¿y Belascoaín, Montes, 10 de Octubre, Infanta, Reina? ¿Cuál calle de la ciudad no está a punto de colapsar? Pero la gente desfila y grita consignas, y los que están del lado de acá se mantienen en silencio, no desean ser molestados y les prohíban entrar al país para asistir a los quince de su sobrina o, especular con dinero plástico o, jamarse una niñita de catorce años. ¡Y no los toques! Porque si lo haces eres extremista y tus posiciones no han dado resultado durante cincuenta años. ¡Hay que dialogar! Grita un pendejo desde lo último del público, se agacha, se esconde. ¿Dialogar con quién? Si hasta ahora solo han existido monólogos al que asistieron payasos para recibir órdenes.
Veo a los iraníes inmolarse por millones, ¿y nosotros?, los cuatro gatos que estamos no nos ponemos de acuerdo, es más fácil producir una bomba atómica que unir a dos cubanos por el tiempo que dure esa explosión. ¡Pero no los toques! Porque si lo haces solo logras dividirlos, ¿cómo rayos pudiera dividirse un número que nunca ha sido sumado o multiplicado? Nuestro problema es grave, embarazoso, complicado, quizás sea una enfermedad incurable, pero no merece una lágrima de nadie, eso creo.
Cuando piensas que se agotaron las roscas, ves con asombro que la tuerca tiene capacidad para girar y aprieta un poco más. ¡Ahora sí! Gritan los especuladores y todos aquellos que lucran con nuestros dolores, digo, los de ellos. Se equivocan y deben meterse el rabo entre las piernas, como los perros, porque el otro hace años fue cercenado. Entonces, viene alguien a pedirme una lágrima o a implorarme que me calle. Ni lo uno, ni lo otro. Enciendo el televisor y veo al pueblo iraní, pasan vistas de la Plaza Tiananmen, los muchachos de Caracas andan ocupados en sus protestas, los palestinos se inmolan ante los israelíes, los israelíes se enfrentan ante los extremistas musulmanes, los birmanos luchan contra una dictadura militar, ¿y los cubanos? Bien, llorando un poco y escribiendo cartas de protesta desde las sombras de sus casas. Hace falta que se derrumben esos techos para que esas cartas se escriban desde la calle y sean capaces de arrastrar al pueblo. Mientras tanto, yo no lloro por nadie que no sean nuestros presos y todos los muertos que descansan insepultos en el Estrecho. ¡Al carajo La Habana, yo vivo en Montreal (Publicado originalmente en su Blog "La isla")

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