jueves, 12 de marzo de 2009


Camilo Loret de Mola


Si resulta cierta la versión de los hechos narrada por Fidel Castro, estamos ante un fenómeno totalmente novedoso para la historia reciente de la revolución. Identificando a Carlos Lage y a Felipe Pérez Roque como Ministros que asumieron indignos papeles, la propia dirección de la revolución los acaba de institucionalizar como la posible oposición interna, los enemigos dentro del gobierno contrarios a la gestión del hermano menor, los opuestos al Raulismo.
Pueden transformarse en enemigos revolucionarios, con una inmensa potencialidad para ser los opositores principales y los posibles sustitutos del actual experimento. Más de un revolucionario preferiría capear temporales con ellos que con la vieja guardia, marchita de tantos años entre uniformes, victorias pírricas y desastres cotidianos. Más de un aliado internacional preferiría refrescar los ajados rostros con estos aparentes conspiradores.
Ambos son mucho más jóvenes que el resto de las figuras que hoy aprietan el conmutador del poder y el resto de los aspirantes al cetro. Ambos se retiran de la vista pública con una trayectoria pródiga en pruebas de humildad y falta de ambiciones materiales. Ambos mucho más preparados que los militares históricos de cañonazos y amantes. Ambos graduados de estudios superiores en centros nacionales, sin influencias rusas o socialistas en su formación ideológica. Ambos desde muy temprana edad, corriendo en la escalera infinita del poder apoyados en la imagen del Gran Hermano. Ambos con soporte y admiración popular en la izquierda nacional e internacional. Marcas que costarán mucho modificar.
Lage siempre fue vendido como el San Pablo de la Revolución y Felipe como el mejor intérprete de las ideas de Fidel, hoy resulta contradictorio que de la noche a la mañana nos los quieran presentar como todo lo contrario, vestidos a último momento con las ropas de los corruptos habituales que genera el sistema.
El propio Fidel ante el escritor mexicano de turno no escatimó elogios para referirse a los zapatos rotos de su pupilo. En la barriada del Nuevo Vedado era una práctica habitual contemplar los contrastes entre la humilde casa de Lage y el estruendoso palacio que protege al persistente Ricardo Cabrisas; los separaba una pequeña calle que facilitaba el ejercicio de confrontación. Hoy, que el gordo y corrupto mulato regresa por sus fueros, el callejón se transforma en un inmenso abismo. De nada le valieron a Lage sus caminatas al colegio de los niños y las restricciones que impuso a su familia en el momento que disfrutaba de “las mieles del poder”.
Recuerdo a un Felipe violento que abandonó la fiesta de antiguos estudiantes de la “CUJAE” cuando distinguió entre los presentes a un emigrante, con los principios desenfundados blandía amenazas contra quien claudicara y se reuniera con los enemigos, hoy su arma le golpea la cara cual boomerang.
Mancharles las vestiduras sin salpicaduras para el autor intelectual de cada uno de sus versos es imposible, se forjaron a su imagen y semejanza, presumieron de ello y hoy descubren que se parecen más a otros que al abuelo del tótem. Si no había divisiones internas dentro del Gobierno, a golpe de reflexiones se acaban de crear las condiciones para promover oficialmente a los enemigos.
Sólo faltaría la decisión de los defenestrados para asumir tal papel, la ausencia de valor personal que les endilgan en la última entrega del Rey Sol puede ser el motor que les conecte a la vergüenza. Ellos no se parecen al Roberto Robaina cargado de dólares y con amigos comprometedores restaurando cancillerías, el mismo pillo que alguna vez fue sorprendido celular en mano soñando con tronos y reyes.
No ha terminado su vida política, pueden desandar el camino y volver a la palestra principal, basta que tengan la voluntad para bailar ritmos diferentes. Ahora tienen tiempo libre por primera vez en muchos años, les recomiendo que lean a Gorbachov, a Balaguer y hasta a los autores de la revolución portuguesa, les va a hacer mucha falta. Les quitaron la guayabera del poder, pero los vistieron de traidores y ese traje no les queda. Quizás se vean más naturales bajo el pre genio de los conspiradores a la sombra, tratando de sindicalizar adeptos para una ruta distinta, por un futuro mejor. Pueden

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