CUBA: MEDIO SIGLO DE REVOLUCIÓN
¿De verdad hay algo que celebrar?
Por Ricardo Carreras Lario
Hace cincuenta años, un abogado elocuente entró en La Habana al frente de un grupo de guerrilleros barbudos. El gobierno cubano conmemora esa fecha por toda la isla. Pero ¿hay algo que celebrar?
Con esos barbudos llegó para algunos la esperanza de un cambio positivo en una Cuba que, a pesar de ser uno de los países más avanzados social y económicamente de la América Hispana, sufría el régimen despótico de Fulgencio Batista. Pronto se desvaneció esa esperanza, y quien prometía democracia y progreso se convirtió él mismo en dictador.Respecto a su política exterior, el régimen castrista colocó a Cuba de lleno en el bloque soviético. La llevó a convertirse en una plataforma de armas nucleares que apuntaban a los Estados Unidos, en un proceso –la Crisis de los Misiles– que estuvo a punto de llevar al planeta a la destrucción mediante la tercera guerra mundial –el mismo Castro aconsejó a Nikita Kruschev un ataque preventivo, en una carta que él dice fue mal traducida–. El castrismo apoyó numerosas insurrecciones armadas en Iberoamérica, además de sacrificar vidas y recursos para intervenir militarmente, junto a sus aliados soviéticos, en países tan lejanos como Etiopía o Angola.Dentro de la isla, el régimen destrozó meticulosamente la sociedad civil y todas las instituciones que no podía controlar, y que sólo en los últimos años están volviendo tímidamente a levantar cabeza. El castrismo deshilachó el tejido económico, social y cívico de Cuba.Tras medio siglo, la dictadura ha instalado con éxito un Comité de Defensa de la Revolución y un policía en cada esquina. Es verdad que ha producido desconfianza y miedo en sumas ingentes. No se han celebrado en todos estos años elecciones libres. No quedan, salvo el valiente testimonio de los periodistas independientes, medios de comunicación que no estén en manos del gobierno. No hay ningún partido político legal, salvo el comunista, ni sindicato reconocido que no sea el oficial. Sí hay cientos de presos de conciencia, con delitos tan graves como escribir sin mandato o pedir firmas para un referéndum (el Proyecto Varela). El gobierno cubano niega los derechos políticos de los cubanos. Ha logrado, eso sí, que necesiten un permiso del gobierno para salir del país, o incluso para viajar a la capital (cientos de jóvenes, sobre todo negros y mulatos, son deportados desde La Habana a sus provincias de origen todas las semanas).En lo económico, el régimen ha generado y distribuido con éxito inmensas dosis de miseria. El salario medio en Cuba es de menos de veinte euros al mes. Por poner un ejemplo: la industria azucarera, que tanta riqueza aportó a Cuba en el pasado, y aporta a otros países en la actualidad, es hoy en la isla un fantasma de lo que era. Mientras que Brasil o Vietnam han multiplicado su producción, la industria cubana produce hoy lo mismo que hace cien años y mucho menos que hace cincuenta. Y lo hace de forma extremadamente ineficiente.Cuba vive del exterior. De las remesas que logran ahorrar y enviar los millones de cubanos forzados a la emigración y de los subsidios que envía el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. La única industria que genera algunos recursos es la turística, en manos de empresas extranjeras –entre ellas españolas–, que pueden encontrar en Cuba un auténtico paraíso del capitalismo –no hay derecho a huelga ni sindicatos, los salarios son bajos, etcétera–. Y lo peor es que para un cubano es un privilegio trabajar en ese sector turístico, ya que un camarero gana con las propinas mucho más de lo que ganaría en otro trabajo, y por eso muchos de ellos son médicos, profesores o abogados.
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