domingo, 30 de noviembre de 2008


DLA/Noticuba Internacional

Sabado, 29 de noviembre del 2008

Raúl Castro se está dejando querer por los nuevos rusos. Nada más. Así
me lo comentó desde La Habana, alguien que sabe lo que dice. Por lo
menos alguien que, hasta ahora, siempre ha llevado razón en lo dicho.

La nueva relación entre Moscú y La Habana no tiene nada que ver con
aquella otra, ideológica, que Cuba sostuvo con el Kremlin, hasta que
la Unión Soviética dejó de existir en 1991. Esta es una relación de
conveniencias mutuas. El interés cubano es económico y el ruso
también, aunque en el fondo la nueva Rusia, coquetea con la región,
para buscar un balance político a la presencia de Washington cerca de
sus fronteras.

La visita oficial, que el presidente ruso Dimitri Medvédev concluyó el
viernes en La Habana es parte de ese coqueteo geopolítico para el cual
los rusos invierten unos cuantos millones de dólares. Es casi una
operación de relaciones públicas.


A fin de cuentas Dimitri Anatolyevich todavía no había nacido cuando
Nikita Kruschev instaló sus cohetes nucleares en Cuba, llevando al
mundo al borde de la guerra nuclear durante la Crisis de los Misiles.
Apenas se había graduado como abogado cuando la Unión Soviética se
vino abajo, arrastrando en su caída la pesadilla del comunismo
soviético. Lo que pueda saber de aquellos lazos políticos entre la
desaparecida cúpula comunista del Kremlin y la envejecida cúpula que
todavía gobierna en Cuba, tiene que haberlo aprendido en los libros de
historia.


El general-presidente Raúl Castro, todavía a la sombra paternal del
Fidel, le lleva esa ventaja al flamante presidente ruso, por más que
haya sido instalado en el cargo por su antecesor y ex coronel de la
KGB, Vladimir Putin.


El nuevo sello de esta idílica relación quedó reflejada en una
bucólica reseña publicada en Granma el viernes, al dar cuenta de las
actividades del general presidente y Medvédev durante su breve
estancia de 20 horas en la capital cubana.


“ambos mandatarios contemplaron, bajo las luces de La Habana nocturna,
su especial belleza rescatada en buena medida por el esfuerzo
restaurador de cientos de especialistas y obreros cubanos.

Con su habitual elocuencia, Eusebio Leal, historiador de la Ciudad,
fue develando a ambos presidentes los secretos que guardan las viejas
piedras y la historia escrita sobre ellas, a lo largo de los siglos,
por los moradores de la capital cubana”.

¡Que bonito! ¿verdad?

Lirismos aparte la dictadura castrista está aprovechando en lo que
puede el retorno de los nuevos rusos a la región. Por lo pronto Rusia
renunció al fin a sus reclamos de cobrar la deuda de 26,000 millones
de rublos que el régimen tenía con la Unión Soviética.


Para retornar al clima tropical Rusia comenzó por otorgar a Cuba un
crédito de 350 millones de dólares en el 2006; en el 2007 aumentó el
intercambio comercial entre ambos países ascendió a 360 millones y
este año se espera que la cifra llegue a los 400 millones de dólares.
Sobra decir que “el intercambio comercial” es casi un camino de una
sola vía, porque las exportaciones cubanas a Rusia son
insignificantes.


Esa afluencia de créditos se ha tejido en los dos últimos años;
comenzó, quizás por coincidencia, cuando los maltrechos intestinos de
Fidel Castro lo obligaron a alejarse del poder formal.


Desde entonces los nuevos rusos han viajado con frecuencia a La
Habana. Por la capital cubana han desfilado el secretario del Consejo
de Seguridad, general Nikolai Patrushev; el jefe del Estado Mayor de
la Defensa Aérea del Ejército de Tierra, general Alexandr Máslov; y el
ministro de Comunicación, Igor Olegovich Schegoliev.


El record lo tiene el viceprimer ministro, Igor Sechin, quien desde
julio a noviembre ha viajado a La Habana en tres ocasiones. En su
última visita firmó diez acuerdos económicos y concedió a la dictadura
un crédito por 20 millones de dólares.

Hace unos días el embajador ruso en La Habana, Mijail Kamynin,
concedió una entrevista al semanario cubano Opciones y afirmó, entre
otras cosas que Rusia tiene “proyectos concretos” para invertir la
industria del níquel, en la prospección petrolera y en la industria
automotriz.

Para Rusia, dijo Kamynin, Cuba puede convertirse en “un puente” de
entrada en otros países del Caribe y de Centroamérica.

No creo que haya que alarmarse demasiado por este renovado interés de
los nuevos rusos en Cuba. A fin de cuentas es mucho más práctico para
la isla, convertirse en puente que en la base soviética de misiles
nucleares, en que la convirtieron Castro y Kruschev a principios de la
década del 60.

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